ABSTRACCIÓN Y FIGURACIÓN:

DOS TENDENCIAS OPUESTAS NO TAN ALEJADAS

Partiendo de la base que el Arte Occidental por muchos siglos, siempre se preocupo por representar la realidad de la forma más fiel posible.  Esto se ha realizado con destreza y mayor veracidad a partir de la conquista del espacio tridimensional; con el desarrollo de la perspectiva en donde los temas son múltiples, y están ligados a los contextos históricos y sociales en donde se desarrollan.

 Antes del período renacentista, la representación no era exactamente una copia de la realidad.  Si buscaba y guardaba una relación directa con los temas que desarrollaba, sean estos mitológicos, religiosos, retratos o paisajes. Desde las primeras manifestaciones del arte rupestre, pasando por el arte egipcio y el griego las imágenes son de tipo análogo con la realidad.

Esta práctica se conserva y extiende hasta los comienzos del siglo XX, con la investigación de las nuevas corrientes artísticas marcadas por las vanguardias, el desarrollo del sicoanálisis y la crisis generada por la fotografía como medio de captura de la realidad.

El arte abstracto, plantea la alternativa de empezar a tratar temas completamente desarrollados, a partir de  la expresión de las emociones de los creadores, intentando desvincularse de la carga de la figuración.  Esto sin embargo no es del todo cierto, ya que los elementos formales del arte abstracto –el punto, la línea, el color, y las formas geométricas básicas en sí mismas, ya contienen unos elementos que denotan conceptos que responden a convenciones establecidas por la cultura, de tal forma; el circulo representa en los arquetipos de muchas culturas la unidad, lo celestial, lo absoluto, la maternidad, la conciencia.   El cuadrado es una figura estable y de carácter permanente, se asocia a ideas de estabilidad, permanencia, honestidad, rectitud, esmero y equilibrio.   Para finalizar el triángulo que representa la acción, conflicto, tensión y en muchas culturas representa una triada de la divinidad.

De igual forma, ocurre con el empleo del color y sus diferentes aspectos semiológicos.  Su uso y significado varía de acuerdo al contexto y la cultura, en el que son empleados estos arquetipos, no hacen parte de una convención global, los patrones cambian entre el arte occidental imperante y el arte producido en las culturas orientales y en la periferia.

Para citar un caso concreto –el luto en occidente está relacionado con el color negro; mientras que en oriente el color empleado es el blanco-. De esta forma podemos empezar a aclarar el tema concreto de este ensayo, si realmente el arte abstracto se puede desvincular por completo del arte figurativo y sus convenciones.

Para seguir desarrollando este tema, cabe mencionar que en la abstracción, en muchos casos están cargados los conceptos mencionados anteriormente, partiendo del precursor del movimiento  Wassily Vasílievich Kandinsky, ampliamente influenciado por la Teosofía, quien también cuestionó los valores de creación y valoración del arte occidental, en relación con otras culturas y la creencia de una realidad esencial, tras la apariencia de las cosas. Se encargo de elaborar una nueva teoría, en torno al color expresada en De lo Espiritual en el Arte y complementándolo con Punto y línea sobre el plano; en pinturas de Kandisky, se pueden apreciar claramente un interés por poner en práctica este nuevo enfoque, en el cual la composición realizada con la música, se puede poner en términos visuales y gráficos para generar una emoción tanto en creador como en espectador, acercándose al concepto de sinestesia, entendida como una condición sicológica en la que los sentidos se unen o confluyen,-ver la música, oír los colores,- de esta forma materializar de alguna forma con otro lenguaje un mensaje codificado para los espectadores, de un pensamiento concreto.

Aun en el caso de Piet Mondrian al intentar desvincularse de las formas realistas, crea un sistema de códigos propios, en los que la cuadricula blanca, las líneas de contornos fuertes y los colores primarios en su obra, tienen la intención de otro tipo de imagen, que bajo sus preceptos seria la representación de formas puras, con las cuadriculas y retículas buscando encontrar la estructura básica del universo.

Es claro que esta nueva mirada obedece por una parte al desarrollo de la técnica de la fotografía, y la crisis que esta le planteaba a la pintura, que de plano eliminaba cualquier procedente anterior para la representación de la realidad, y por otra parte la mirada en otras direcciones diferentes a el pensamiento occidental, la abstracción, fue un movimiento que respondió frente al agotamiento de formulas establecidas.

En la abstracción de comienzos del siglo XX no existe nada de increíble, ni novedoso, la tradición musulmana ya había elaborado con siglos de anterioridad, toda una iconografía resultante de la geometría y el código de color, para transmitir unos contenidos concretos en las composiciones y significados de las mismas.

En las culturas precolombinas, la abstracción se combina con realismo sin ninguna pretensión de carácter estético, desde México hasta el sur del continente los grafismos, ideogramas, bajos relieves y pictogramas; dan cuenta de ello, desde la abstracción de formas orgánicas vegetales y animales, hasta conceptos elaborados con altos grados de sofisticación.  Como el caso de las escrituras centro americanas, pasando por la elaboración y decoración de piezas utilitarias en el sur del continente, en las que se representan escenas, mitos y fauna propia de las diferentes regiones  junto a conceptos propios del pensamiento mágico- religioso; como las que se pueden apreciar en  los hipogeos de San Agustín, elaborados en pintura negativa o  en la decoración de las malocas de las comunidades de la región de la Amazonia, cuya riqueza cromática y compositiva es sorprendente, esta, elaborada bajo estados modificados de conciencia, ofreciendo formas y composiciones complejas, completamente alejados de los códigos culturales occidentales, sin embargo estas formas siguen estando vinculados a los arquetipos ancestrales de muchas culturas, que a pesar de las distancias geográficas, históricas y culturales se pueden ver replicadas una y otra vez.

Occidente siempre se ha nutrido tomando e incorporando sistemas de pensamiento, y desarrollos técnicos, externos como avances propios, los ha puesto al servicio de sus intereses y necesidades según sea el caso, siempre en un afán por seguir siendo punta de lanza en el orden mundial.

Nuestro país  no es ajeno a esta práctica,  la abstracción de los años sesenta en Colombia liderada por Guillermo Wiedemann (1905-1968), de origen alemán, Edgar Negret (n.1920) y Eduardo Ramírez Villamizar (1923 ,2004), Omar Rayo (n.1928, 2010 ), Carlos Rojas (n.1933), Fanny Sanín (n.1935), Antonio Grass (n.1937), entre otros, si bien plantean la abstracción como un respuesta para no seguir desarrollando los mismos temas figurativos y nacionalistas, que se habían dado desde el periodo republicano y para insertarse en las prácticas artísticas internacionales,  retornan haciendo reinterpretaciones de influencia precolombina –tejidos, grafismos, referencias a la estatuaria, la mitología prehispánica, síntesis de color, sin abandonar del todo la relación significado – significante y sus relaciones simbólicas establecidas y expresadas nuevamente por el color, la forma, o el material con el que se desarrolla la obra.

El arte abstracto en su pretensión por hacer un arte puro, basado en unos principios compositivos alejados de la figuración, con un distanciamiento en muchos casos con la realidades sociales y los contextos en que se desarrollan, caen en la categoría de pasar a ser elementos puramente decorativos, en muchos casos estas piezas no entran en dialogo con los espectadores convirtiéndose en obras autistas.

La abstracción es otro tipo de lenguaje, que usa sus propios códigos, que acude al concepto y a la idea para transmitir sus contenidos,  como lo hace el figurativo desde las representaciones simbólicas y alegóricas, un lenguaje que pretende desvincularse por completo de la carga de la imagen, pero entra en un terreno en que la interpretación de la obra queda sujeta a la decodificación del código con el que se realiza, en toda obra abstracta finalmente podemos lanzar una serie de juicios libres, acerca de sus posibles significados e intención y elaborar una serie de conjeturas de acuerdo a nuestro propio conocimiento del mundo.

Esto no es muy diferente de lo que sucede con la figuración en donde estas mismas reglas se podrían aplicar en un segundo plano, después de la observación inicial de los aspectos formales de la obra, -composición, tema, color, estilo, contexto-  ¿Entonces en que radica la originalidad y validez de la abstracción? ¿En un ejercicio de codificación? ¿De onanismo del creador? En la originalidad conceptual de las propuestas pictóricas? ¿En la dificultad para acercarse a la obra? ¿O en la incorporación de estéticas no occidentales ante el fracaso de sociedades en crisis?

Tal vez todos las anteriores interrogantes, pueden ser afirmativos o simplemente estamos ante una tendencia en la que prevalece la idea frente a la técnica, lo conceptual sobre la forma, el mundo interior del artista, antes que el que lo rodea y pretende escapar buscando unas nuevos aspectos sensibles, que siempre en algún punto siguen guardando una relación con la representación y reproducción de la realidad, aunque sea tan solo en forma tangencial.

Junio 6 /2011

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